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Faro Roche

En 1986 se convierte en faro. Lo que hasta entonces fue la Torre de Roche, ubicada en el cabo que lleva su nombre, y que como centinela vigila el puerto pesquero construido a inicios de la década de los ochenta del siglo pasado.

La Torre de Roche que alberga este faro, formaba parte del sistema de torres de vigilancia costera que mandó construir el Rey Felipe II, dada la especial vulnerabilidad de la zona del entorno del Estrecho de Gibraltar, y que hizo que el Duque de Medina Sidonia, dueño del Señorío de las Almadrabas se interesase también por la construcción de estas torres que impulsó construir y que todas las que así hizo fueron de planta cuadrada.

Por aquel tiempo un destacamento de caballería recorría la costa con fines de enlaces y reconocimiento, al tempo que servía para disuadir cualquier infiltración o desembarco, como el acontecido en Conil en 1515.

Tras la guerra de la Independencia fue prácticamente abandonada, aunque tenía un cuerpo de guardia anejo con capacidad para dieciséis hombres destinados al control del contrabando.

Como nota curios podemos destacar que este faro fue propuesto en el año 1899, como solución a la demolición del faro de San Sebastián, pensándose que desde aquí se podía enlazar con el de Chipiona, haciendo innecesario el de Cádiz. En el año 1903 se aprobó la restauración del faro de San Sebastián considerándose innecesaria la construcción de los faros de Roche y Rota.

Finalmente, en 1986 se inaugura el faro de tipo eléctrico automático, con un alcance de veinte millas náuticas, con la apariencia de grupos de cuatro destellos blancos.

 Este faro sobresale entre un pinar extraordinario y está escoltado por un grupo de calas magníficas que esconden el tesoro geológico más hermoso que podemos apreciar de la riqueza marina de moluscos bivalvos que existieron en la zona durante el cuaternario; y allí entre las calas y sus acantilados que puede recorrer en un hermoso paseo, podemos comprobar la razón que hace que una especie tenga aquí de manera preferente su lugar de anidamiento y lanzamiento para la migración intercontinental de la espátula (platalea leucorodia).

En 1990 fue restaurada la Torre y se habilitó como faro. En el año de 1997 entró funcionamiento su monitorización. Cuenta con una óptica de tambor y un sistema de iluminación eléctrica que dan una característica de dos ocultaciones de luz blanca con un alcance de trece millas náuticas. Testigo protector de la costa gaditana, el Faro Camarinal es testigo de la grandeza de la Duna de Bolonia (30 metros de altura), frente a cuya playa se encuentran las ruinas de Baelo Claudia.

Baelo Claudia, ciudad romana, concebida como municipium (municipio romano) por el emperador Claudio a finales del Siglo II a.C. dentro de la época de máximo esplendor del Sacro Imperio Romano. Ciudad marinera, el antiguo recinto abría sus murallas hacia la mar, en la que se practicaban diferentes artes de pesca entre los que destaca la almadraba.

La pesca del atún rojo salvaje constituía el principal foco de riqueza de Baelo Claudia. Numerosas factorías de salazón aún están presentes en las ruinas, testigos de la lucha entre el hombre y uno de los gigantes de nuestro mar. Además de la sabrosa carne de atún rojo, en Baelo Claudia se elaboraba la salsa Garum, preparada con las vísceras fermentadas de esta especie. El Garum era considerado un alimento afrodisiaco de la época y constituía una de las principales fuentes de riqueza de la ciudad.

Visitar este enclave es disfrutar de un claro ejemplo de lo que esta tierra representa, la unión entre un entorno natural privilegiado sin igual estrechamente ligado a la tradición marinera que desde la época del Antiguo Imperio Romano dan sentido al amor por la mar que en cada una de las poblaciones cercanas muestran sus gentes.