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Santa Ana

El Boletín Oficial de la Provincia de Cádiz número 139 de fecha 20 de noviembre de 1854, publica la información que sigue: “ Hago saber: Que con fecha 1º de marzo de 1847 presentó instancia en esta inspección Don Francisco Prados, vecino de Marbella, denunciando una mina de azufre, sita en el término de Conil , en tierras propias de D. Mª Juana Lobatón, lindando por el Levante y Sur con tierras de la misma Sra, por poniente con otras de Dª Mª Francisca Lobatón y por el Norte con la Dehesa de Don Juan Galindo y arroyo de Hinogera, poniéndola por nombre Santa Ana. Que seguidos los trámites… del Real Decreto de 4 de julio de 1825… también en instancia 8 de junio de 1847, don Pascual Escardille y compañía denunciaron la misma mina… Don Francisco Prados perdió los derecho que había adquirido… ha declarado la reversión al estado de la propiedad de la mina… Fechado en Cádiz el 16 de noviembre de 1854 por Don Francisco de los Ríos como Gobernador Civil de la Provincia de Cádiz.

Cuántas vicisitudes y problemas debieron surgir en determinados momentos por la explotación de la mina de azufre de Conil, tantos como los acontecimientos que en esa misma fecha se desarrollaron en la Revolución de 1854, también conocida con el nombre de Vicalvarada —por haberse iniciado con el enfrentamiento entre las tropas sublevadas al mando del general Leopoldo O´Donell  y las tropas gubernamentales en las cercanías del pueblo madrileño de Vilcálvaro; fue un pronunciamiento militar seguido de una insurrección popular, que se produjo en julio de 1854 durante el reinado de Isabel II. Se puso fin así a la década moderada  (1844-1854) y se dio paso al bienio progresista (1854-1856).

Al ilustrar la imagen de la habitación que ha sido reservada para usted, hemos querido mostrar un centinela, para que en rememoración de aquella revolución sea también quien le guarde y le acompañe en el conocimiento de nuestra particular mina de Conil. Una mina que se pinta de colores para trasladarle a uno de los barrios más emblemáticos de nuestra localidad, que se caracteriza por sus callejuelas estrechas en forma de laberinto, cuan preciado es para una población a orillas del propio Estrecho, donde las influencias de otras culturas tanto tienen que decirnos. Así pues ante ustedes la ilustración de una calle, denominada Pargo, y que reluce en colorido por sus flores y sus casas en el barrio de los pescadores de Conil.

Le invito pues a descansar y le animo a buscar un hueco para pasearlo de la mano de algún vecino que pueda mostrarle las encantadoras callejuelas de este barrio tan peculiar.